Espiritualidad Ignaciana
La espiritualidad tiene que ver con la vida y con nuestra forma de vivirla. Tiene que ver con el ánimo con el que nos levantamos todos los días para ir a trabajar, con la manera de afrontar los problemas y nuestras relaciones con el otro, con la naturaleza... Tiene que ver con nuestra reacción cuando, delante del espejo o con el silencio y la soledad; tiene que ver con las páginas que visitamos en Google, con nuestro tiempo libre, o con el espíritu con el que sobrellevamos la enfermedad. Y tiene que ver, por supuesto con lo que las personas creyentes llamamos Dios y con esa experiencia que cambia la vida hasta el punto de querer desvivirse por los demás.
La espiritualidad ignaciana no consiste en sumar a todo lo que hacemos otras actividades "más espirituales". La espiritualidad ignaciana intenta ayudar a vivir la vida de una forma integrada. Integrar es marcar un horizonte claro en el proyecto personal de vida: un horizonte que da un plus de calidad y sentido a lo que se va haciendo, que ayuda a vivir reconciliado con uno mismo, con lo demás y con la creación.
La espiritualidad ignaciana es un camino para mirar la vida de una manera nueva, agradecida, con ojos compasivos y comprometidos, con dosis de humor, de sentido común, de apoyo en los demás, de una lectura sabia de nuestro pasado para no tomarnos trágicamente el presente y vivir inspirando futuros. Esa es, en definitiva, la mirada de Jesús de Nazaret.
La espiritualidad ignaciana no consiste en sumar a todo lo que hacemos otras actividades "más espirituales". La espiritualidad ignaciana intenta ayudar a vivir la vida de una forma integrada. Integrar es marcar un horizonte claro en el proyecto personal de vida: un horizonte que da un plus de calidad y sentido a lo que se va haciendo, que ayuda a vivir reconciliado con uno mismo, con lo demás y con la creación.
La espiritualidad ignaciana es un camino para mirar la vida de una manera nueva, agradecida, con ojos compasivos y comprometidos, con dosis de humor, de sentido común, de apoyo en los demás, de una lectura sabia de nuestro pasado para no tomarnos trágicamente el presente y vivir inspirando futuros. Esa es, en definitiva, la mirada de Jesús de Nazaret.
Características de la Espiritualidad Ignaciana
1. Buscar y hallar la voluntad de Dios sobre mi vida. No lo más perfecto objetivamente, sino lo que Dios quiere de mí.
2. Ensanchar el corazón hacia las dimensiones del universo, pero aterrizando en lo concreto para no perderme en vaguedades o en ideales irrealizables.
3. Conocer mi realidad lo mejor posible, examinándome periódicamente, tanto en lo positivo para darle las gracias a Dios, como en lo negativo para superarlo con su ayuda.
4. Discernir, a la luz de la oración y de la razón iluminada por la fe, cómo puedo mejorar mi realidad para hacerla más acorde con el Evangelio de Jesucristo.
5. Encontrar a Dios en todo lo creado, siendo contemplativo en la acción, unido a El en todo lo que hago.
2. Ensanchar el corazón hacia las dimensiones del universo, pero aterrizando en lo concreto para no perderme en vaguedades o en ideales irrealizables.
3. Conocer mi realidad lo mejor posible, examinándome periódicamente, tanto en lo positivo para darle las gracias a Dios, como en lo negativo para superarlo con su ayuda.
4. Discernir, a la luz de la oración y de la razón iluminada por la fe, cómo puedo mejorar mi realidad para hacerla más acorde con el Evangelio de Jesucristo.
5. Encontrar a Dios en todo lo creado, siendo contemplativo en la acción, unido a El en todo lo que hago.